La brecha entre la educación y el trabajo

La mayoría de jóvenes tanto si provienen del sistema público como del privado no tienen idea de su potencial, de sus derechos y obligaciones, del camino que les espera y que es totalmente diferente al que vivieron sus padres y madres.

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Hoy día el mercado laboral exige ciertas competencias personales para acceder a cualquier puesto de trabajo. Se espera que sepamos comunicarnos adecuadamente de forma verbal y no verbal, que tengamos una actitud proactiva, creatividad, proactividad y que mantengamos una alta motivación. Sin embargo, las personas que acceden hoy al mercado laboral provienen de, al menos, 10 años de pasar entre 6 y 8 horas de forma totalmente pasiva, obedeciendo, haciendo sólo aquello que explícitamente se les pedía. Con un poco de suerte habrán preparado una exposición oral trimestral, la mayoría ni siquiera eso. Nadie les ha ayudado a trabajar proactivamente, nadie les ha pedido propuestas fuera del programa establecido y mucho menos que dejen volar su imaginación y creatividad.

Respecto a la comunicación no verbal, lo único que han aprendido es a no mirar fijamente a ninguna figura que represente autoridad. Estoy hablando de jóvenes de entre 16 y 25 años, con un pie en la edad adulta, a punto de enfrentar el reto de emanciparse  con una  autoestima bastante maltrecha fruto del sistema educativo que les tocó en suerte. Lejos del actual enfoque del “trabajo por proyectos” o de las “inteligencias múltiples”, el anterior es un modelo caduco que no supo reaccionar a tiempo ante los cambios socioeconómicos del mundo.

La mayoría de jóvenes tanto si provienen del sistema público como del privado no tienen idea de su potencial, de sus derechos y obligaciones, del camino que les espera y que es totalmente diferente al que vivieron sus padres y madres. Pocas veces tienen claro qué es lo que más les gusta hacer y buscan en el exterior lo que nadie les ha enseñado a buscar en su interior: autoconocimiento, motivaciones, deseos, valores, ilusión. Es decir, una brújula que les acerque a una profesión que conecte con quien son y no con quien les han dicho que deberían ser. 

Hasta ahora la jerarquía ha sido la única forma de autoridad que conocen, pero el mercado laboral está cambiando y cada vez más se imponen los modelos colaborativos, las metodologías ágiles, donde nadie te dice lo que tienes que hacer específicamente porque se espera que tu lo propongas y lo lleves a cabo. Esto puede crear una gran angustia, incertidumbre y a menudo desánimo. 

Recientemente en MQL hemos tenido el privilegio de trabajar en uno de los programas formativos de los proyectos Singulars que se hacen en Cataluña. Estos proyectos están pensados para -literalmente- reforzar la ocupabilidad de las personas jóvenes, no ocupadas y no integradas en los sistemas de educación o formación. Reforzar me parece una curiosa elección de palabra en este contexto, pues nuestra experiencia al menos ha ido mucho más en la línea del Redescubrir.

“Hemos convivido con cerca de 90 chicas y chicos de entre 16 y 27 años, en cuatro grupos que nos han enseñado mucho. Desde nuestro rol de facilitadores nuestra labor ha sido acompañar y proveer de herramientas para que desde su propia naturaleza puedan conectar con aquello que les motiva, que reconozcan las muchas cualidades que tienen y hagan de ellas una brújula y un motor a la hora de acceder a un puesto de trabajo”.

A pesar de que cada grupo ha sido totalmente distinto al resto, sí hay una serie de elementos que se repiten y que nos hacen sentirnos con la necesidad de comentar abiertamente la situación. Por ejemplo, consideramos indispensable liberar de la carga del “fracaso escolar” a los jóvenes, claramente el fracaso no es suyo, es del sistema. Cuando la familia y el profesorado culpan a la persona que se está formando de no adaptarse al modelo están destruyendo su autoestima. Y cuando vemos la gran cantidad de talento joven con dudas sobre su valía está claro que es el modelo el que debe cambiar porque no está potenciando lo mejor de cada persona. Nuestra experiencia, el cambio de actitud en los grupos, únicamente con el reconocimiento de este hecho por parte de los facilitadores, es espectacular. 

Lo más difícil es recordar qué les gustaba antes de que les obligasen a repetir y hacer todo tipo de cosas que claramente no se ajustaban a sus intereses. Por ello consideramos indispensable no perder nunca esta “mirada hacia adentro”. Cuando les preguntamos ¿qué tipo de trabajo están buscando? La respuesta más habitual es “de lo que sea”. Ese nivel de desconexión es el resultado de esos años terribles de primaria, secundaria y a veces alguno más. No saben lo que les gusta, lo que se les da bien, lo que necesitan o lo que les motiva y es normal que piensen en los trabajos como en camisetas que compras en una tienda de ropa.. ¿qué tienen? ¿qué me queda? ¿con qué puedo arreglarme? Hay un largo camino hasta que decidan que no cualquier tienda vale, no cualquier camiseta; y hablando de trabajo, lo que necesitan no es solo lo que pueda proporcionarles unos cuantos euros al mes, sino un posible desarrollo profesional, motivación y propósito.

Acompañar en esta toma de decisiones es la parte más importante de la facilitación, aquella en la que no puedes enseñar nada, porque no eres otro adulto aleccionando, no puedes imponer, ordenar, ni siquiera instruir en el paso a paso, porque no estarás allí en su día a día. Lo que sí que podemos es ofrecer una serie de recursos, invitar a la conversación, explorar el espacio que hay un poquitín más allá de la zona de confort y esperar que el poder del grupo obtenga sus propias conclusiones. 

Para nosotros la lúdica es fundamental en este proceso. Jugando aprendemos todo desde muy pequeños y dejar de hacerlo es una de las grandes pérdidas del sistema educativo. Llega un momento en que parece que debería acabar nuestra etapa de juego, sin embargo, está comprobado que el juego es la mejor manera y herramienta de interiorizar conceptos, explorar opciones, crear riesgos controlados. Por eso hemos hecho del juego nuestra mejor herramienta.

Jugamos con LEGO’s para trabajar el autoconocimiento.

Jugamos con diferentes técnicas corporales, de teatro o Tejeredes, para trabajar las relaciones interpersonales. 

Jugamos con historias de superpoderes para trabajar estrategia y planificación. 
A través de todos estos elementos lúdicos creamos un vínculo único con cada participante, una pequeña comunidad en cada grupo y nos encanta saber que no solo encuentran trabajo, sino que lo disfrutan y que son capaces de planificar sus siguientes pasos

adminmql

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